domingo, 28 de octubre de 2012

Jóvenes con capacidades desaprovechadas De los cuatro abanderados 2011 encontrados, sólo uno sigue estudiando. Otro trabaja, y dos no hacen nada por ahora.


La idea fue averiguar qué era de la vida de los abanderados de algunas de las escuelas secundarias públicas (Ipem) ubicadas en las zonas más postergadas de la ciudad de Córdoba.
¿Qué pasa con estos chicos una vez que dejan el colegio? El comienzo de las averiguaciones reveló mucho de la conclusión: nadie lo sabe.
No hay ningún listado ni seguimiento de abanderados que ya no concurren a esos establecimientos.
Es necesario ubicar sus datos a través de las autoridades de cada colegio, pedirles que hagan el contacto con esos chicos, y esperar que estos acepten la invitación a contar su historia.
No se trata de un relevamiento exhaustivo, pero cada caso de los encontrados representa un universo de chicos de esas mismas condiciones.
En el país hay entre 800 mil y un millón de jóvenes de 15 a 24 años que no estudian ni trabajan, según quién calcule la cifra.
Sin embargo, más allá de los números, llama la atención que hasta los abanderados entren en esa estadística, sean de la escuela que fueren. Es más: mientras más urbano-marginal se considere el colegio, mayor atención se presume que habría que poner, en especial cuando se trata de captar estudiantes que logran superar las barreras que les marca el imaginario social.
Sin embargo, ellos siguen el mismo camino que sus compañeros. No hay meritocracia para nadie, pero tampoco igualdad para muchos: una paradoja para las instituciones –como universidades–, que se jactan de ser públicas, gratuitas e inclusivas.
Yanina, Keila, Daniel y Joan son un ejemplo. Pueden, a veces quieren, a veces intentan y no les sale, casi nunca se quejan. Son vivos, son talentosos. Necesitan más empujones.

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